"El nombre del juez no apareció en ninguno, pero es evidente que era un
hombre abrasado por la fiebre de la literatura. Sin duda había leído a
los clásicos españoles, y algunos latinos, y conocía muy bien a
Nietzsche, que era el autor de moda entre los magistrados de su tiempo
(…) Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de
tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera
sin tropiezos una muerte tan anunciada"
- Gabriel García Márquez,
Crónica de una muerte anunciada. Barcelona: RBA, 2004, pàg. 105-106.
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